lunes, 1 de diciembre de 2014

Murieron por asfixia la dominicana y su hija asesinadas en España

Santo Domingo
Raúl Álvarez, el español de 30 años que asesinó a una mujer dominicana y su hija en Madrid, tenía antecedentes penales por robo y una denuncia de violencia que le había colocado su anterior pareja. Tras asesinar a Adolfina Puello , de 32 años, y a su hija Argelys, de nueve, las enterró en un pozo y siguió con su vida, aunque, de vez en cuando, se echaba a llorar sin razón, según contó  a la policía la nueva novia, de origen cubano, que se buscó poco días después de los crímenes.

Los detalles sobre la tragedia y la vida del agresor y sus víctimas son recogidos en un reportaje publicado hoy por el sitio web del periódico español  ABC, el cual detalla informaciones tristes sobre la vida de Adolfina. Había emigrado, junto a su suegra, a España tras la muerte de su esposo, el padre de su hija, quien falleció en un asalto callejero. En Madrid se dedicó a la prostitución y enviaba  dinero a República Dominicana donde construía una casa que casi logró saldar. Mientras su hija permanecía interna en un colegio. También tenía un cuarto rentado donde se reunía con su ex pareja y la niña.

Según ABC, Adolfina Puello había diseñado al milímetro un futuro para ella y su hija Argelys, pero ese futuro nunca llegó. La mujer esperaba retornar alguna vez al país para vivir en la casa que había construido. 

El diario, que cita el entorno de la víctima,  dice que Raúl Álvarez se comportaba como un celoso compulsivo y un maltratador. Estas es la continuación del texto publicado por ABC.

“El pasado 30 de junio, tras acabar el curso escolar, la niña iba a tomar un avión para pasar el verano con su familia materna en República Dominicana. Ni Adolfina ni su hija llegaron nunca a Barajas. Raúl Álvarez las asfixió a ambas supuestamente en la habitación alquilada en la calle Sancho Panza; las trasladó al maletero de su coche y condujo con los dos cadáveres más de 300 kilómetros hasta San Vicente de la Cabeza, en Zamora, pueblo natal de su madre. Allí, en una finca agrícola de su familia las arrojó a un pozo en desuso junto al río Aliste después de atarlas con alambre y lastrar los cuerpos con ladrillos para que permanecieran en el fondo.

Desde ese día, la abuela paterna de la niña, Leonarda Sánchez, supo que algo terrible les había pasado a su nieta y a su nuera y acudió a la comisaría de Puente de Vallecas para denunciar los hechos. No era la primera vez que la mujer temía por su pequeña y señalaba a Raúl. El 16 de enero presentó una denuncia manuscrita en el Juzgado de guardia de Plaza de Castilla en la que relataba que Argelys y Adolfina sufrían insultos y golpes del novio de la mujer. Esa denuncia nunca fue ratificada porque a Leonarda no se la pudo notificar, según fuentes de la investigación.

Una de las versiones señala que la notificación llegó al piso de Vallecas y pudo ocultarla el propio denunciado, e insisten en que nadie respondió a los dos teléfonos que figuraban en ese documento. Leonarda repite que no le hicieron caso, que alguien miró para otro lado «por dejadez o racismo».

El pasado 14 de octubre, el Grupo II de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (Udev Central) asumió las pesquisas. En un registro del piso de Vallecas se había encontrado ropa de la niña y de la madre, así como otras pertenencias, pero no evidencias de que allí se hubiera producido un crimen. Se averiguó que Raúl Álvarez había estado un día después de la desaparición en la citada finca de Zamora, gracias al posicionamiento del teléfono (utilizó el terminal de Adolfina, aunque con la tarjeta de él). Raúl alegó que fue a visitar a sus padres, pero sus progenitores no habían salido de Madrid.

El pasado lunes, cuando tuvieron la certeza de que Álvarez era el único sospechoso lo detuvieron en casa de sus padres. No mostró sorpresa ni se alteró. «Estás detenido por la desaparición de tu pareja y su hija», le dijo el instructor de las diligencias. No se derrumbó, pero admitió que las había matado y había arrojado sus cuerpos a una alcantarilla del parque madrileño de la Dehesa de la Villa.

Los agentes ya habían enviado varios equipos a tres puntos de San Vicente de la Cabeza, pero los convincentes detalles del arrestado provocaron que se trasladaran con él a registrar ese punto de Madrid. «Lo conocía muy bien porque pasaba por allí con su bicicleta de montaña», explican fuentes del caso. A las ocho de la tarde del lunes estaban seguros de que mentía y, aunque al día siguiente se retomó esa compleja búsqueda del subsuelo y se desaguaron varias alcantarillas, el GEO y otro despliegue de agentes empezaron a trabajar en Zamora. Hasta allí fue trasladado el detenido, que entonces sí, sabiéndose descubierto, les marcó el pozo de la finca familiar.

Descompuestos
Allí, a varios metros bajo tierra, en medio del agua, estaban las víctimas, en avanzado estado de descomposición. Raúl ni torció el gesto. En la casa de sus padres se encontró el móvil de la madre y de la hija. El juez instructor lo envió a prisión sin fianza y se ha inhibido en el de violencia de género. Adolfina no quería un maltratador a su lado, y menos cerca de su hija. Su firmeza les costó la vida a ambas.

«Raúl había decidido seguir con su vida, olvidarlo. Comía, bebía, dormía y hace un par de meses inició otra relación con una mujer cubana», explican fuentes de la investigación. Ni su nueva pareja, ni sus padres ni nadie de su entorno imaginaban lo que había ocurrido. Tampoco la casera del piso en el que tenían alquilada la habitación donde supuestamente asesinó a madre e hija.

A sus progenitores Raúl, que cuenta con antecedentes policiales por estafa y contra quien pesaba una orden de protección respecto a una pareja anterior a Adolfina, les contó que esta y su niña se habían marchado a la República Dominicana. Su nueva novia relató a la Policía que a veces Raúl se echaba a llorar sin motivo y parecía nervioso, aunque jamás le explicó por qué.

Los investigadores, convencidos de que era el asesino desde semanas antes de detenerlo, vivieron la zozobra de que no aparecieran los cuerpos. «Nos dijo dónde aparcó el coche en la Dehesa de la Villa, que lo metió de culo para aproximarse a la alcantarilla y sacar los cadáveres. Detalles muy precisos. Pero no estaban». Cuando descubrió que tenían toda la información, acabó confesando el punto exacto, el pozo”, concluye el diario español.