miércoles, 9 de septiembre de 2015

Caca de perro para alumbrar Nueva York

Caca de perro para alumbrar Nueva YorkNUEVA YORK.- Leigh abre su oficina cada mañana en Prospect Park, el pulmón de Brooklyn y rival de Central Park como espacio verde más popular de Nueva York.
Hasta allí se lleva a las ocho de la mañana a seis o siete clientes cada día, perros de todas las razas y tamaños, para que se esparzan, gasten energía y hagan sus necesidades. Por la tarde, pasea más canes por el vecindario.
A diferencia de muchas partes de España, recoger la caca del perro no es ningún acto de civismo heroico, sino la norma. Quien no lo hace, se expone a una multa de 250 dólares y al insulto si un vecino le pilla in fraganti. Leigh manda cada día decenas de bolsas de excrementos a la papelera. Una nimiedad comparado con las más de 100.000 toneladas que generan los mas de 600.000 perros que olisquean las calles de Nueva York.
Tanta deposición no sale gratis. Además del mal olor o del engorro para quien pisa una caca olvidada, los excrementos que van a la papelera tienen que ser recogidos y transportados hasta vertederos. Se le calcula un coste de cien dólares por tonelada. Pero alguien quiere que la caca perruna no salga a pagar, sino que genere riqueza, en forma de energía.
La idea es de Ron Gonen, antiguo comisario para Reciclaje y Sostenibilidad de Nueva York -conocido como el ‘zar del reciclaje’-, que, según ‘The Economist’, pretende lanzar el programa Sparky Power. Consiste en colocar contenedores especiales para excrementos de perro en los parques y plazas de la ciudad, que utilizarán la caca para procurar parte del alumbrado a los parques.
El excremento canino, como el de muchos animales, libera metano, un gas de efecto invernadero que puede ser transformado en energía. El estiércol de vacas y cerdos es una fuente de energía alternativa que se utiliza desde hace muchos años. Sparky Power quiere que, en el caso de los perros neoyorquinos, el resultado sea inmediato. El programa piloto, que se extenderá durante un año, colocará contenedores para generación de energía limpia en tres parques de la ciudad, con un coste aproximado de 100.000 dólares.
Una instalación artística
No es la primera vez que se busca reutilizar el excremento canino en el contexto urbano. En 2010, el proyecto The Park Spark utilizó el mismo contexto para dar electricidad a una instalación de arte público de un parque de Cambridge, Massachusetts.
La idea no se propagó en otras zonas ni en otras ciudades, como era el plan inicial. Tampoco sobrevivieron en el tiempo otros proyectos como un sistema subterráneo de recogida de excremento y su transformación de energía ideado por la Universidad Estatal de Arizona para un parque de la localidad de Gilbert, en ese mismo estado.
«La idea tiene sentido en lugares con alta concentración de perros», dice Leigh, que cada mañana se junta con decenas de otros dueños y paseadores de chuchos. Pero no es optimista sobre un sistema que de verdad tenga éxito en Nueva York. «Tendrías que poner contenedores por todas partes, la gente no caminaría una manzana más para depositar la bolsa si pasa antes por una papelera», asegura.
Otro problema son las bolsas con las que se recogen los excrementos. Para que la gestión del producto sea eficiente, tienen que utilizarse bolsas biodegradables. «Yo las uso, pero la mayoría de la gente no. Es una idea maravillosa, pero tiene que hacerse de una manera que sea cómoda para los dueños de los perros. Si no, será difícil que funcione», reconoce.

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