MADRID, 26 de noviembre.- La policía confirmó que los cuerpos hallados en un pozo de una finca ubicada en la parte fronteriza con Portugal pertenecen a Adolfina Puello, de 32 años y su hija Argelys Leonela Sánchez, de nueve años, nativas de la República Dominicana, desaparecidas en España desde hace varios meses.
Los vecinos de San Vicente de la Cabeza, un pueblo de apenas 500 habitantes situado en el oeste de la provincia de Zamora, casi no pueden creer que uno de los veraneantes de la localidad, Raúl, de 30 años, haya sido capaz de acabar por celos con la vida de su compañera sentimental y de la hija de ésta, de nueve años, ni de abandonar sus cuerpos en un viejo pozo junto al río Aliste, a su paso por el pueblo natal de su madre.
Pero eso fue lo que descubrieron ayer cuando, a media mañana, empezó a desplegarse por el término municipal un operativo policial integrado por más de una decena de agentes. Buscaban a Adolfina Puello, dominicana de 32 años, y a su hija Argelys Leonela Sánchez, de nueve, que habían desaparecido en Madrid el pasado 30 de junio, con la maleta de la niña hecha para coger un vuelo a Santo Domingo para ver a su familia.
La Policía encontró sus cuerpos poco después de llegar al pueblo, tras dirigirse a la orilla del río. Lo hicieron sin vacilar, después de abandonar la línea de investigación que les llevó a buscar los cadáveres en el parque de la Dehesa de la Villa de Madrid, donde inicialmente situó el detenido el depósito de los cuerpos. Hasta la orilla del río Aliste fue donde ayer les dirigió Raúl Álvarez, la pareja sentimental de la mujer, que el lunes había confesado haber matado a ambas.
Fuentes policiales explicaron que ya desde mediados de julio se barajaba la posibilidad del doble crimen, y que añadieron que uno de los dos lugares sospechosos de ocultar los cuerpos era este pozo de Zamora. El otro lugar también estaba en San Vicente.
Raúl reconoció que había depositado los cuerpos en un pozo abandonado situado junto al cauce del río donde todavía se ven restos de la maquinaria de una noria en desuso. Precisamente, algunas de las piezas metálicas, que ayer estaban tiradas sobre la maleza, sirvieron al agresor para sujetar los cuerpos y evitar que flotaran. Una vez que se retiraron los cadáveres, los vecinos se acercaron hasta la zona, un lugar, según reconocen, poco frecuentado junto al río. Se encuentra apenas a 200 metros del casco urbano y, aunque se trata de una zona de fácil acceso tanto a pie como en vehículo, la vegetación, muy crecida, hace incómodo el paso.
Junto al mismo brocal del pozo, los vecinos manifestaron su extrañeza y su incredulidad ante la implicación de Raúl en la muerte de dos personas.
«Es un muchacho muy majo», decían con seguridad. No llegó a criarse en el pueblo, pero es conocido por todos porque iba con una cierta frecuencia «como un veraneante más» y ocupaba la casa familiar, una construcción recién rehabilitada propiedad de la familia, en la que también sus padres, ya jubilados, pasan parte del verano.