SANTO DOMINGO.- Cuando Luis de León Lora recorrió en 1962 la Casa Caoba, de San Cristóbal, cumpliendo el encargo de practicar un inventario, lo que más le llamó la atención no fueron los muebles, las brillantes vajillas y los vistosos trajes civiles y militares del dictador Rafael L. Trujillo Molina, sino la alfombra para limpiar los pies que el hombre fuerte del país de 1930 a 1961 tenía a la puerta de su habitación.
Y es que la vistosa alfombra tenía todos los colores y características de la bandera de los Estados Unidos de América, lo que daba la impresión de que Trujillo quería pisotear el estandarte norteamericano cada vez que entraba o salía a su aposento en la acogedora villa campestre.
Fue tan fuerte la huella que en su mente dejó tal hecho, que 52 años después De León Lora –un antiguo funcionario del Banco Agrícola- no ha podido olvidarlo y lo refirió en el “Encuentro de historias, recuerdos y anécdotas de San Cristóbal”, celebrado en el foro Pedro Mir, de Librería Cuesta, en Santo Domingo.
Habló sobre el tema cuando el organizador del encuentro, periodista José Pimentel Muñoz, le cuestionó sobre el inventario, realizado por una comisión oficial –de la que formaba parte el Banco Agrícola- a pocos meses de la muerte de Trujillo y cuando aún la Casa Caoba no había sido saqueada.
La comisión fue designada por la Secretaría de Estado de Recuperación de Bienes, creada por el Consejo de Estado que gobernó el país en 1962, primero encabezado por el doctor Joaquín Balaguer y luego por el licenciado Rafael F. Bonelly. Para ejecutar la tarea para la que fue creada, esa secretaría se auxilió de varias dependencias estatales, entre ellas el Banco Agrícolas, donde en ese momento De León Lora fungía como contador del departamento de Contraloría.
“Esa Secretaría de Recuperación de Bienes (De Trujillo y sus familiares y allegados) tomó funcionarios y empleados calificados de distintas entidades para que trabajaran en diferentes vertientes de las propiedades de Trujillo. En esas circunstancias fui designado junto a otro compañero, el licenciado Pedro Antonio Beira, para realizar el inventario de la Casa Caoba, que estaba en el centro de la hacienda Fundación”, precisó el relator.
Agregó que trabajaron durante aproximadamente mes y medio, recibiendo en todo momento la colaboración de la ama de llaves de la Casa Caoba, Benita Sepúlveda (Señorita Niña), quien sirvió al dictador durante varios años y se mantuvo en el lugar buen tiempo después de los sucesos del 30 de mayo de 1961.
“Cuando cumplimos nuestro trabajo, entregamos un informe –del que nunca guardé copia- al administrador del Banco Agrícola”, añadió De León Lora, quien laboró por 32 años (1960-1992) en esa institución y cuenta actualmente con 77 años de edad.
“Es importante señalar, para que en cierta forma se conozca la personalidad de Trujillo, que a la entrada de la habitación de él, la alfombra era la bandera de los Estados Unidos de América. Eso refleja qué carácter tenía ese señor sobre su país y con relación a los Estados Unidos”, resaltó.
Fue la única vez que De León Lora, criado en el centro del poblado de San Cristóbal, entró en la vivienda del gobernante dominicano, enclavada en un cerro desde el cual se divisaba un extenso panorama de la kilométrica hacienda Fundación y en la cual habitualmente pasada dos y tres días a la semana.
ORGANIZACIÓN Y LIMPIEZA
Al referirse a la impresión que le dio la casa, dijo: “Se apreciaba una organización extraordinaria, una limpieza de primer orden. Había pocos empleados, encabezados por la Señorita Nina, y una seguridad militar”.
Pimentel Muñoz insistió con el expositor: “y en las propiedades propiamente de la Casa Caoba, que le llamó la atención ?”.
Respondió robusteciendo sus palabras anteriores: “en particular a mí lo que más me llamó la atención fue esa bandera de Estados Unidos que estaba de alfombra“.
“Pero era una bandera o una alfombra ?”, replicó el organizador del encuentro.
“Era una alfombra gruesa hecha con los colores, la estructura y el diseño, incluyendo las estrellas, de la bandera de Estados Unidos”, apuntó.
Observó que a la puerta de la habitación fue el único lugar donde vio este tipo de alfombra. “Una sola alfombra”, aclaró tajantemente.
Informó que en las habitaciones había trajes, botas y zapatos. “Eso era una cosa enorme, una cosa impresionante. Todo bien ordenado”, subrayó.
Las revelaciones del antiguo contador originaron profusos comentarios entre el centenar de sancristobalenses –la mayoría residentes en la capital- que participaron en el Noveno Encuentro de Historias, Recuerdos y Anécdotas de San Cristóbal, en el que expusieron también, sobre diversos temas del pasado, los señores Irving Alberti Tió, Julio Bautista Pérez, Víctor Cruz Pimentel, Saúl Pimentel y Tomás Espinal Rivera.
Las pertenencias de la Casa Caoba, edificada en la década del 40 en un paraje llamado La Suiza, a tres kilómetros de San Cristóbal, fueron desapareciendo poco a poco a partir de 1962. En 1979, cuando poco quedaba de las pertenencias interiores, la casa fue prácticamente devastada por el huracán David y hoy solo quedan algunas vigas de la estructura de tres plantas.
De la misma manera fue saqueado y desmembrado el vasto emporio ganadero y agrícola conocido como hacienda Fundación, que Trujillo fomentó alrededor de la ciudad de San Cristóbal y que pasó a ser propiedad del Estado tras su muerte a tiros.
LA SEÑORITA NIÑA
Benita Sepúlveda (Señorita Niña), ama de llaves desde 1944 hasta 1961 de la Casa Caoba, falleció en diciembre del 2011 a la edad de cien años en el Hospital General de la Plaza de la Salud, donde estuvo varios días interna por una afección de salud. Su sepelio se efectuó en el cementerio de la avenida Máximo Gómez con una discreta asistencia de familiares, parientes y amigos.
Conocida y llamada desde su juventud como ”Señorita Niña”, la señora Sepúlveda fue una de las personas de más intima confianza del hombre que gobernó con mano dura durante 31 años la República Dominicana.
Manejó en forma eficiente todo lo concerniente al ámbito casero –incluyendo la comida y las vestimentas personales- de la propiedad campestre de Trujillo, quien le tenía absoluta confianza.
De orígenes familiares muy humildes, había nacido en La Isabela, Distrito Nacional, en 1911 y comenzó a servir a Trujillo alrededor de 1942 como una de las asistentes del servicio de cocina en la Casa Caoba. Poco a poco se fue granjeando la confianza del hombre fuerte y éste le encargó la conducción de los servicios domésticos del entonces floreciente enclave, prácticamente vedado a la esposa e hijos del dictador.
Aunque era persona de bajo nivel cultural, Sepúlveda se distinguió por un desenvolvimiento mesurado y atinado y nunca traspasó los límites de su trabajo. A la muerte de Trujillo en 1961 se fue a vivir, muy pobremente, a una humilde vivienda de su propiedad en la capital.
Siempre rehusó hablar públicamente de las costumbres y hábitos íntimos de Trujillo y solo una vez aceptó mostrarse, con palabras lacónicas, en televisión.
En las últimas décadas residió en la calle Máximo Grullón 26, en la parte alta de Santo Domingo, donde el 8 de noviembre del 2011 cumplió 100 años de edad. Allí, donde se le presentaron los quebrantos de salud, vivía con dos sobrinas. Nunca se casó ni tuvo hijos.
Fuente: Almomento.net
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