viernes, 9 de noviembre de 2012

MIU afirma con Obama el mundo no gira absolutamente a la derecha

Lic. Miguel Mejía

El 6 de noviembre, al filo de la madrugada, la mayoría de los votantes norteamericanos consagraron la reelección de Barack Obama y Joe Biden para un segundo mandato de cuatro años.

A nadie escapa lo reñido que resultó la lid electoral, aunque se definió, de forma rápida e inobjetable, a favor de los candidatos demócratas. Una vez conocidos los resultados, no sólo la mayor parte del pueblo norteamericano sino también del resto del mundo, respiró aliviado. Y no era para menos.

Miguel Mejía, secretario general del Movimiento Izquierda Unida, MIU, afirma que Obama venció en el voto popular, en los principales Estados en disputa, y su partido retuvo la mayoría en el Senado.

Sobre el significado de esta victoria, el líder del MIU expresó:

Teniendo como telón de fondo a la peor y más tenaz crisis económica global de todos los  tiempos, un capitalismo que hace agua por todos lados, y un liderazgo mundial norteamericano sensiblemente deteriorado, la victoria de Barack Obama fue, de los males, el menor.

A diferencia de lo que afirman sus críticos más simplistas, sí hay diferencias entre las fuerzas políticas y económicas que apoyaron a Obama y a Mitt Romney, y sí importaba, y mucho la victoria de uno u otro. No en vano, y a pesar de las promesas incumplidas, el desempleo, los desalojos y sus inconsecuencias, Barack Obama logró el apoyo de los norteamericanos más humildes, de las minorías, especialmente de los hispanos, afroamericanos y judíos, de las mujeres y, casi absolutamente, de los jóvenes.

También entre los principales representantes de arte, la cultura y la industria del entretenimiento.

Y no en vano sus programas y su discurso suscitaron esperanzas y simpatías en la mayor parte de las sociedades del planeta y de los líderes mundiales, desde Hugo Chávez hasta los asiáticos, pasando por los africanos y europeos.

Romney representaba un regreso al pasado. Su victoria hubiese constituido una especie de tercer mandato para las fuerzas retrógradas que protagonizaron los ocho años del mandato de George W. Bush, y que arrastraron a la nación, y al resto del mundo, a guerras infinitas, aventuras imperialistas y una crisis global galopante.

Ignorante y dogmático, hostil a los emigrantes y a los cambios, despectivo con las mujeres, y sin nada creíble que prometer a una juventud angustiada y sin horizontes, Romney fue el candidato de las grandes corporaciones, del Complejo Militar Industrial, de Wall Street, de los teo-conservadores y fanáticos religiosos, del siniestro clan neoconservador, revanchista y agresivo, de los sionistas y promotores de la contrarrevolución mundial. Con su derrota fue derrotado, por ahora, el 1% que lucra con las miserias y angustias de las mayorías.

Las celebraciones espontáneas que se presenciaron en las principales ciudades norteamericanas mostraron un país de jóvenes y viejos, mujeres y hombres, negros, hispanos y asiáticos, trabajadores y clase media, alegres y concientes de que con su movilización habían logrado cerrarle el paso en las urnas a las elites enriquecidas y soberbias que los desprecian. Se trató, en consecuencia, no de la victoria de un político, ni siquiera de un partido, sino de una esperanza, la misma que recorre a los países del Tercer Mundo, y muy especialmente de América Latina, que piden respeto a sus determinación y soberanía, y cooperación, no ingerencia, para erradicar la pobreza estructural, la falta de oportunidades y el acceso a un desarrollo sostenible.

 Con la victoria de Obama no se conjuran definitivamente las amenazas guerreristas contra Irán, Siria y otros países del Medio Oriente. Tampoco se vislumbra la construcción de un orden económico mundial más justo. No se cerrará, probablemente, la tétrica prisión ubicada en la Base Naval de Guantánamo; no se levantará el injusto bloqueo contra Cuba, ni cesará la subversión organizada desde fuera contra la Venezuela bolivariana, Ecuador, Bolivia o Argentina, pero sin dudas tampoco se ha entregado un cheque en blanco a lo peor de los representantes imperialistas.

Puede que aún el mundo no gire a la izquierda, pero desde antier, ya se sabe que no gira absolutamente a la derecha. Y siguen las esperanzas y las luchas.