EL BARRO, AZUA. “No quiero morirme sin vivir en una casa con piso de cemento. Yo pongo el terreno para construirla, solo me falta la ayuda de alguien que pueda hacer realidad este sueño. Tampoco quiero irme de este mundo sin que mis siete hijos (todos analfabetos) y yo aprendamos a escribir nuestro nombre”.
Con estas expresiones se inicia la entrevista con la centenaria mujer de 105 años, Oliva Ramírez, residente en la comunidad del Barro, Distrito Municipal de Azua, quien a sus diez décadas y un lustro baila, cocina, barre y limpia su casa de piso de tierra.
“Quiero hacer mi casita, pero no puedo porque solo recibo una ayuda de 1000 pesos mensuales de parte del Ayuntamiento que no me da ni para comer. El gobernador y el alcalde de Azua me prometieron ayuda y aún la espero. No quiero que mis hijos vivan igual que yo sus últimos días, en este estado de pobreza, ellos no tienen nada para ayudarme a construir la casa, ya que todos son analfabetos y lo que consiguen trabajando la tierra solo les da para mal comer”, lamenta.